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domingo, 8 de julio de 2012

El flagelo de las epidemias de Islay

Tal vez por la influencia del clima, la falta de medios naturales como la vegetación, el agua potable, la propia alimentación escasa de los elementos necesarios para la salud, además de la ausencia de los medios sanitarios y por lo general higiénicos en los habitantes de recursos pobres, que eran los más en la población; es que en Islay se declararon terribles epidemias infecto contagiosas con caracteres alarmantes, porque no hubieron recursos para combatirlas.

En el año de 1836 se declaró la primera epidemia de tifus Exantemático y es cuando el pueblo aprendió a soportar los estragos de este terrible y mortal mal. La desesperación de la población hacía que el pánico cundiera más y más, porque los enfermos de todas las edades se multiplicaban como una maldición. Se veía las figuras espeluznantes de cada uno de los enfermos tirados en cualquier rincón de las habitaciones: rostros brutalmente encendidos por la fiebre, delirantes y con repugnantes costras negras en la boca y manchas en todo el cuerpo.

No se tenía noción de cómo combatir aquel flagelo. algunos de los que se quedaron para contarlo, dijeron que hubo un español llamado Bernardo, que a gritos proponía que fueran quemados todos los cadáveres y las ropas para acabar con la invasión de los piojos, pero nadie quiso hacerle caso. En 1841 hace su aparición la viruela. Los vecinos empezaron a descubrir, primero en la población infantil, las ponzoñosas pústulas virulentas de color rojizo; inmediatamente se corrió la voz entre los vecinos de que la viruela había entrado en todos los hogares del puerto, porque después hasta los adultos empezaron a mostrar aquellas repugnantes pústulas virulentas.

En todos los hogares había uno o dos casos de esta contagiosas enfermedad, y solamente eran los remedios caseros a lo que se podía recurrir. Casi toda la población infantil había sucumbido. Diariamente habían dos o tres cadáveres que se enterraban sin ataúd.

Trece años más tarde, en 1854, la Fiebre Amarilla fue otra de las calamidades más contundentes que vuelve a soportar este pueblo que al parecer estaba destinado a lo que la muerte le exigía como presagio de su destrucción, o que la misma muerte terminara con la tenacidad de soportar este maldito destino, ya que catorce años más tarde, en el verano de 1868, nuevamente la Fiebre Amarilla comienza a hacer estragos mortales en la población.

Dos años más tarde, cuando parecía que la muerte se había cansado de destruir la vida de los pobladores de Islay, empezaron a aparecer casos de Fiebre Amarilla, y lo peor del caso, acompañada del maldito Vómito Negro. Las gentes con actitudes dantescas se embrocaban vomitando sangre para morir en las calles.

Cuentan los sobrevivientes de este valeroso puerto, que en el mes de junio de 1866, desde el Callao zarpó un barco con destino a Islay, conduciendo un batallón de soldados para que se trasladaran a las guarniciones de Arequipa; pero estos soldados habían sido atacados en alta mar por la Fiebre Amarilla y el Vómito Negro, muchos de los cadáveres habían sido tirados al mar, y conocedor el pueblo de este hecho, no permitió el desembarco de los soldados, pero éstos lograron desembarcar por un baradero llamado Pescadores y los enfermos entraron a la ciudad ocasionando el contagio general. Entonces los pobladores abandonaron sus viviendas huyendo hacia el sur, otros tomaron la dirección de las lomas.

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