Hubo un año, aproximadamente en el año 1940, en que en plena orilla de las playa de Mejía abundaron las machas grandes y gordas (de lenguas grandes) dentro de la arena y casi superficialmente sobre la superficie.
La macha cual fruto del mar, se encontraba como una mina, y es por esta razón que muchos mollendinos en la época de verano en que se produjo este "milagro" se establecieron con sus familias, o sólo o en grupos, y armaron casuchas de estera como vivienda con su pequeña ramadita para protegerse del Sol cuando tenían que desconchar y sancochar las machas para después ponerlas a secar.