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jueves, 19 de julio de 2012

Carlos Baca Flor gana en Chile el premio "Roma"

Carlos Baca Flor - Hijo ilustre del distrito de Islay - 1865 - 1941

El presidente Andrés Avelino Cáceres se sentía atribulado en su despacho. El país vivía la mayor de sus desesperanzas a finales del siglo XIX como consecuencia de la guerra. Las arcas fiscales habían sido saqueadas por el invasor y la producción estaba paralizada.

No había gobierno ni entidad extranjera que quisiera darle el más pequeño crédito. El territorio quedó fracturado y la riqueza más importante, las salitreras, había sido perdida. Algunos creían que el "Brujo de los Andes", si bien se había erigido como el más genuino guerrero defensor de la peruanidad, no era el estadista más indicado para administrarlo y procurar su resurrección. Abrumado por los problemas heredados, el dolor y el desaliento moral; presidía en realidad un país inmanejable.

En medio de ese desánimo, un día de aquellos de 1887, el ministro Carlos Elías le lleva una buena noticia a palacio. Un joven artista peruano acababa de ganar en Santiago de Chile el codiciado premio de pintura "Roma", pero lo había rechazado porque no aceptaba nacionalizarse chileno. Se había atrevido el jovenzuelo de marras, prácticamente a tirarle el premio en las narices al ministro de educación de ese país. El concurso, que en los cinco años anteriores había sido declarado desierto tenía como principal distinción una beca de cincos años de estudios en Europa con todos los gastos cubiertos.

El joven peruano tenía por nombre Carlos Baca Flor. Vivía en la capital chilena desde los cuatro años de edad. Sus padres, boliviano y peruana, habían emigrado del puerto de Islay en 1864 en busca de mejores posibilidades de vida. Con el pequeño Carlos llevaban también a Blanca, la hija menor. Muy poco después perdió a su padre y a su hermana. Junto a su madre quedó en una angustiosa pobreza. Con sumo esfuerzo estudiaba en la academia de Bellas Artes de Santiago, gracias a una modesta ocupación que pudo conseguir. De frágil figura, era un chico de silencios profundos. Procuraba salir del aula en tropel o refugiarse entre muchos para que no se notaran sus zapatos destrozados y su vestimenta en ruinas.

Cuando supo que había ganado el exigente concurso saltó de alegría. Celebró con su progenitora el premio obtenido. Por fin la suerte le parecía iba a cambiar. Europa, beca, estudios, dinero. Acudió ante el ministro chileno a recibir el premio y le leen el contrato que debe firmarse. Hubiera querido que su mamá estuviese a su lado, pero ella no tenía traje presentable para ponerse. Bueno, total ya estas angustias van a comenzar a quedar poco a poco atrás.

"El suscrito, Carlos Baca Flor, estudiante chileno..." Un momento, hay algo que corregir. Explica el joven que es peruano. Sorpresa y desconcierto total, si lo hubieran sabido antes no le hubieran hecho ganador. Le explican que la beca es solamente para chilenos y, que en realidad, no debieron permitir siquiera que participe en el concurso. Total, todo estaba consumado y esto se arregla inmediantamente. No habrá inconveniente porque lo van a nacionalizar.

Baca Flor no se atreve a negarse y prefiere emplear una evasiva. Este asunto lo va hablar con su familia. Llega a casa y al explicarle a su progenitora el trance en que estuvo -confesaría el mismo en su adultez-, recibió una bofetada. "Vaya usted inmediatamente a decir que es peruano y que no puede renegar de su patria". ¿Cómo? ¡Esta Ud. rechazando el premio "Roma"!- Lo lamento, señor ministro. Debería darle verguenza ser peruano. Ningún hijo debe avergonzarse de su madre cuando ésta se encuentra en desgracia, señor ministro.

Pobreza y dignidad podría llamársele a su conducta. Artista y patriota, su calificación. Había escogido seguir en la miseria y, acaso, a partir de entonces, en peores condiciones de postergación, antes que desarraigarse de la patria lejana a la que dejó apenas a los cuatro años. Detrás de ese gesto estaba sin duda la enseñanza materna que ocultamente había mantenido viva la llama de la peruanidad en el corazón del hijo querido.

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